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domingo, 29 de marzo de 2015

LA COLUMNA DE HOY


Línea Caliente
Edgar Hernández Premio Nacional de Periodismo
Tiempos de decisiones ¿Quién para la de dos?

En 1986 cuando Fernando Gutiérrez Barrios llega a la gubernatura veracruzana bien sabía que solo sería por dos años.

El secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, empujado por su padre, don Raúl Salinas Lozano y con la asesoría de don Fernando, quien visionó con toda antelación que este joven de ideas neoliberales y con ganas de cambiar la forma de gobernar sería el elegido del presidente Miguel de la Madrid, le entregó la preparación correspondiente en la más absoluta discreción y secrecía.

Como debe ser la política.

Cual don Corleone, el hábil veracruzano lo preparó para la lucha por el poder “la política la hacen los hombres no las damas de la caridad”, sus consejas eran de cara al brutal desgaste del gobierno sumido en la corrupción tres sexenios atrás.

Encuentros privados y cada martes una tarjeta amarilla que portaba cual tesoro Juan Manuel Abal Medina, era puesta sobre escritorio del esmirriado Carlos Salinas.

Ya desde Caminos y Puentes Federales don Fernando venía trabajando con un staff de experimentados políticos sobre el proyecto de Salinas sin descuidar el solar jarocho desde donde le operaban Dante Delgado, Ramón Ferrari, los chavos representados por el “pollo” Pérez Fraga, el sabio Eduardo Thomae y el Willy. Rebeca Arenas, desde el DF, también participaba. Pancho Mora enriquecía, don Paco Berlín asesoraba en lo jurídico y Pepe Robles se la jugaba con el hombre.

En esa tesitura el político que sabía los secretos de los políticos “la política marea y a los tontos enloquece”, quien tenía no un archivo secreto en su casa que pudiera ser saqueado por los enanos enemigos, sino una mente brillante, a su arribo al Palacio de Gobierno de Xalapa, reunió a su grupo de interés, buena parte colaboradores del gobierno ya que todos los huevos no los tenía en una sola canasta.

Ahí ante Dante, Jorge Uscanga, Raúl Ojeda, Poo, Augusto Ponce, Méndez de la Luz, Córdoba Lobo, García Mercado, Guillermo González Díaz, Susana Torres y Dionisio Pérez Jácome, entre otros, planteó para su reflexión y aportación de ideas, cuál sería el camino que escogería su efímero gobierno.

“¡O nos vamos por un gobierno de obra pública o por uno de papel periódico en donde prime la política!”, planteó. 

Solo dos obras, acaso tres, de relevancia deberían distinguir a su gobierno: la carretera a Alto Lucero, demanda añeja, el CEM y de manera incipiente el Colegio de Veracruz, no más.
Todo lo demás sería política y más política utilizando la más poderosa herramienta para el ejercicio del poder, los medios de comunicación.

Corriendo el gobierno y ya con el destape encima, un año antes, el gobernador Gutiérrez Barrios –siempre discreto, siempre institucional, impecable no solo en el vestir, sino en el modo de expresión política (la forma es fondo) se planteó para sí mismo el proceso sucesorio de Veracruz de la mano de un legado que todos los días construiría “tal vez no soy el más inteligente, pero sí el más tenaz”.
Siempre respetuoso, institucional y forjado en el frio acero de la disciplina militar y política –capitán retirado y autodidacta de la política que sale del Colegio Militar para incorporarse al equipo de seguridad del presidente Miguel Alemán- empezó a tejer ese entramado sucesorio.

Ello de tal suerte que ya para cuando Salinas quedó como presidente electo y recibió la formal invitación para incorporarse al gabinete como Secretario de Gobernación, consultó “¿Quién dispone quede en Veracruz, señor Presidente (electo)?”
Fernando Gutiérrez Barrios, el segundo hombre más poderoso del salinato –al arranque- recibió por respuesta: “¡Usted es el responsable de la plaza, así que usted me responde por Veracruz!”.

De meses atrás don Fernando ya se lo había planteado consigo mismo sobre quien lo sustituiría, por quien decidirse “a quién elegir como sucesor que es el acto más importante de todo gobernante”, decía. “Es un acto de reflexión que se debe tomar en la soledad”, apuntó en sus memorias solo platicadas, nunca escritas.

Así con la antelación política inició un sondeo de opinión –las encuestas no existían- para recoger el pulso de la opinión veracruzana. Para ello acudió a los más influyentes columnistas del momento –cuyos nombres se obvian en este espacio- para que expresaran el propio sentir de la clase política y los grupos de poder.
Antes, empezó a sondear entre los de su clase, el PRI, los presidentes municipales, los líderes regionales, los veracruzanos del DF y desde luego  hurgar el comportamiento político de los aspirantes en sus anteriores responsabilidades públicas. Cero meterse con la vida privada que aun cuando les sabía todo era en tema que no utilizaba como arma de destrucción.
Raúl Ojeda Mestre y Dante Delgado Rannauro arrojó el primer muestreo.
Don Fernando siempre había simpatizado con Fernando Córdoba Lobo, pero sus devaneos lo perdieron; Fidel y Miguel Angel estaban muy atrás de la fila sobre todo para don Fernando que era un ortodoxo; Manuel Ramos Gurrión era de otra línea y Porte Petit nomás no penetraba en Veracruz.
Así se inicia la disputa, la puja donde Raúl y Dante sacan a relucir sus mejores armas. Finanzas contra política; política contra finanzas, ambos con reglas de juego.
No se podía meter la mano al cajón.

Eso estaba prohibido, menos para fines personales o propagandísticos. “Tomar dinero público es delito. Pídamelo y se lo doy”, decía a sus colaboradores este caballero de la política quien jamás profirió palabra altisonante alguna, jamás puso apodos a nadie, nunca oso tutear salvo a sus cuatro amigos y a Dante por lo chavo que estaba. Todo mundo le hablaba de usted salvo Luis de la Barreda y Armando Félix Contreras, compañeros de arma del Colegio “cuando tienes el poder debes de mantener distancias”.

Para este hombre hoy despreciado por el poder después de haberle servido por más de cuatro décadas, la institución era lo más importante “cuando representas a tu pueblo siempre debes de estar acompañado por la bandera, el escudo y la imagen presidencial, son los símbolos de la república”.
Don Fernando decía que en política siempre hay que estar, siempre.

No te puedes despegar y ya cuando estés adentro no salgas. “Yo, perdonando la inmodestia, soy como la humedad… ya dentro para sacarme va a estar difícil”, por ello el día en que a Salinas se le deshizo el país en sus manos por ese afán reeleccionista –que don Fernando lo impidió con sus admoniciones juaristas- se retiró del aparato para siempre.
“¡Con el aparato no te puedes pelear, el aparato mata!”, decía.
 El aparato, sin embargo, lo mató.

Pero retomando, en la víspera de la toma de posesión del presidente Carlos Salinas, a sucederse el primero de diciembre de 1988, el gobernador Fernando Gutiérrez Barrios llamó a su secretario de Gobierno para informarle que “el señor presidente ha tenido a bien depositar en sus manos la más alta responsabilidad que se puede conferir a un ciudadano que es gobernar a su pueblo”.
Luego el protocolo de la visita de Dante al presidente de la república, la trasmisión del poder y Ojeda Mestre al olvido.

La historia quedaba escrita.

Tres décadas después los tiempos cambian, la forma sin embargo, se sigue manteniendo. Para la sucesión del 2016 y el 2018 y las que sigan sucediendo si el PRI se mantiene en el poder, habrán de prevalecer en un marco de respeto institucional, la disciplina y una necesidad de “cambio no para dejar de ser, sino para ser mejores”.
“¡No sabe usted como añoro Veracruz. El contacto con la gente, el no depender de una red telefónica en donde por más alto rango que tengas sigues siendo un burócrata. Cómo me hubiera gustado servir a Veracruz los seis años, pero en política no es lo que uno quiere, sino lo que la circunstancia determina”, dijo don Fernando antes de morir.
Tiempo al tiempo.
Pequeñeces:

Doy las más cumplidas gracias a los periodistas veracruzanos (a los verdaderos) que me llamaron para solidarizarse con motivo  de la violación de mi vida privada tras el asalto y robo de archivos y computadoras de mi casa, acompañado de sospechoso vandalismo y destrucción de bienes; mi agradecimiento a la prensa nacional y redes sociales que hicieron eco; a los políticos y funcionarios que me llamaron; a mis amigos y vecinos, así como a directores y dueños de diarios para los cuales colaboro.
Gracias, gracias… ¡la vida sigue!.. 

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