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domingo, 6 de diciembre de 2015

PLANA MAYOR


PLANA MAYOR
·        ¿Estado prospero o polvorín?
“Ya no le diga cinismo. Dígale sinceridad”. Carlos Monsiváis
Gaudencio García Rivera

Con actitudes jacobinas y coloquios con los cortesanos  del poder público el primer círculo de la clase gobernante intenta minimizar la protesta social y someter bajo su férula autoritaria el juego  sucesorio del 2016, sin reparo que éstas provoquen un cisma en la cúpula estatal del PRI. ¿Quién mece la cuna?
Empecinado en no ver más allá de su nariz, obnubilado por el poder público –no resuelve los reclamos sociales que a diario  se presentan  en Palacio de Gobierno-, el titular del Poder Ejecutivo, Javier Duarte, invadido por la mutación kafkiana, suele cambiar su discurso en público y, en privado, actúa en otra forma.
Así ha sido la constante en los cinco años de su gobierno. En el conclave del rancho de San Julián de la familia del patriarca don José Yunes, se congregaron los punteros naturales del juego sucesorio, José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, con la presencia del jerarca nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones; el propio gobernador Javier Duarte y su delfín Alberto Silva Ramos, dirigente estatal de tricolor, el político cordobés dio  una muestra de conciliador y de unidad con la clase priista veracruzana.
Pero día después, en un conciliábulo con columnistas que había convocado el tuxpeño Beto Silva, donde se descolgó a la mesa,  Javier Duarte dio pinceladas de su autoritarismo falaz y el desprecio a la incipiente democracia veracruzana que ha estado presente en las acciones de su gobierno.   
En la reunión, se mostró efusivo, dicharachero y charlador. Cuando se abordó el tema de la sucesión y del comentario lacónico de Manlio Fabio con Héctor Yunes, al término del convite, donde le lanzó un elogio, Duarte se fue transformado en un personaje autoritario, cleptócrata, digno de una novela de Mario Vargas Llosa o de Octavio Paz.
Si, en efecto, Duarte se desnudó con sus confidencias con el presidente Enrique Peña Nieto, quien hipotéticamente maneja los hilos conductores de la dedocracia en el país, por conducto del líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera –se supone en teoría que no es un títere como Alberto Silva-, y de pasó desnudó el intríngulis político. 
Duarte contó, desbocado, que el juego sucesorio de 2016 hay más de dos “sopas” –verbigracia Héctor y José Yunes- y que no está descartado su delfín Alberto Silva –quien curiosamente es juez y parte del proceso-para sucederlo. Que el presidente Peña Nieto le confirió el privilegio de elegir a su sucesor –sic- y que no le vaya a fallar en esta decisión más importante de su vida –recontrasic-. En otras palabras, él será el tlatoani del hándicap gubernamental.    
Duarte tiene la sartén por el mango, según él, porque la sucesión no  sólo tiene que ventilarse por quién esté mejor posesionado en las encuestas – a las que llamó coloquialmente como unas “mamadas”, recontrasic-, sino por quién garantiza  el triunfo en las urnas y quién será de alguna manera el continuador de su obra y conciliará con el gobierno saliente.
Ah, por cierto, a Héctor Yunes le pidió encarecidamente –en la mañana del viernes 27 de noviembre, previa al banquete de San Julián- que le bajará o le fuera bajando dos rayitas a su discurso si es que quiere ser el candidato del PRI a la gubernatura, porque “criticar al gobernador es desgastar al PRI, todo se revierte. Es escupir para arriba”.
Los dichos por Duarte a los columnistas retratan a un político cleptócrata, que regatea el juego democrático y que evidencian, por supuesto la decisión del presidente Peña Nieto y los esfuerzos del líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, por contener la intromisión vertical de los gobernadores para imponer a sus sucesores que les garanticen impunidad a sus trapacerías  e inmoralidades.
El titular del Poder Ejecutivo se le ha de ver olvidado, con eso de que a veces padece del síndrome de Alzheimer o una ceguera aviesa, que tanto el PRI, el partido que lo llevó al poder, como su gobierno tiene rato que están desacreditados y descalificados por la sociedad y los ciudadanos de a pie, por la ineficiencia e incapacidad de los servidores públicos para resolver los problemas transversales del tejido social.
No hace falta que los senadores priistas y punteros del juego sucesorio del 2016 lo pongan en el debate las pandemias sociales de régimen duartista, si a diario frente a Palacio de Gobierno los diversos sectores productivos del estado, maestros, intelectuales, artistas, periodistas y campesinos exhiben la cloaca que escurre de la caja de Pandora del gobierno duartista.
Y la PGR, la Auditoría Superior de la Federación y el Congreso de la Unión, son como la Carabina de Ambrosio. Mientras que Veracruz se incendie, arda en llamas y se convierta en un polvorín. Comentarios a gau41@hotmail.com  
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