PLANA MAYOR
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¿Estado prospero o polvorín?
“Ya no le diga cinismo. Dígale sinceridad”. Carlos Monsiváis
Gaudencio García Rivera
Con actitudes jacobinas y
coloquios con los cortesanos del poder
público el primer círculo de la clase gobernante intenta minimizar la protesta
social y someter bajo su férula autoritaria el juego sucesorio del 2016, sin reparo que éstas
provoquen un cisma en la cúpula estatal del PRI. ¿Quién mece la cuna?
Empecinado en no ver más
allá de su nariz, obnubilado por el poder público –no resuelve los reclamos
sociales que a diario se presentan en Palacio de Gobierno-, el titular del Poder
Ejecutivo, Javier Duarte, invadido por la mutación kafkiana, suele cambiar su
discurso en público y, en privado, actúa en otra forma.
Así ha sido la constante en
los cinco años de su gobierno. En el conclave del rancho de San Julián de la
familia del patriarca don José Yunes, se congregaron los punteros naturales del
juego sucesorio, José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, con la presencia del
jerarca nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones; el propio gobernador Javier
Duarte y su delfín Alberto Silva Ramos, dirigente estatal de tricolor, el
político cordobés dio una muestra de
conciliador y de unidad con la clase priista veracruzana.
Pero día después, en un
conciliábulo con columnistas que había convocado el tuxpeño Beto Silva, donde se
descolgó a la mesa, Javier Duarte dio
pinceladas de su autoritarismo falaz y el desprecio a la incipiente democracia
veracruzana que ha estado presente en las acciones de su gobierno.
En la reunión, se mostró
efusivo, dicharachero y charlador. Cuando se abordó el tema de la sucesión y
del comentario lacónico de Manlio Fabio con Héctor Yunes, al término del
convite, donde le lanzó un elogio, Duarte se fue transformado en un personaje
autoritario, cleptócrata, digno de una novela de Mario Vargas Llosa o de
Octavio Paz.
Si, en efecto, Duarte se
desnudó con sus confidencias con el presidente Enrique Peña Nieto, quien
hipotéticamente maneja los hilos conductores de la dedocracia en el país, por
conducto del líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera –se supone
en teoría que no es un títere como Alberto Silva-, y de pasó desnudó el
intríngulis político.
Duarte contó, desbocado, que
el juego sucesorio de 2016 hay más de dos “sopas” –verbigracia Héctor y José
Yunes- y que no está descartado su delfín Alberto Silva –quien curiosamente es
juez y parte del proceso-para sucederlo. Que el presidente Peña Nieto le
confirió el privilegio de elegir a su sucesor –sic- y que no le vaya a fallar
en esta decisión más importante de su vida –recontrasic-. En otras palabras, él
será el tlatoani del hándicap gubernamental.
Duarte tiene la sartén por
el mango, según él, porque la sucesión no
sólo tiene que ventilarse por quién esté mejor posesionado en las
encuestas – a las que llamó coloquialmente como unas “mamadas”, recontrasic-,
sino por quién garantiza el triunfo en
las urnas y quién será de alguna manera el continuador de su obra y conciliará
con el gobierno saliente.
Ah, por cierto, a Héctor
Yunes le pidió encarecidamente –en la mañana del viernes 27 de noviembre,
previa al banquete de San Julián- que le bajará o le fuera bajando dos rayitas
a su discurso si es que quiere ser el candidato del PRI a la gubernatura,
porque “criticar al gobernador es desgastar al PRI, todo se revierte. Es
escupir para arriba”.
Los dichos por Duarte a los
columnistas retratan a un político cleptócrata, que regatea el juego
democrático y que evidencian, por supuesto la decisión del presidente Peña
Nieto y los esfuerzos del líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, por
contener la intromisión vertical de los gobernadores para imponer a sus
sucesores que les garanticen impunidad a sus trapacerías e inmoralidades.
El titular del Poder
Ejecutivo se le ha de ver olvidado, con eso de que a veces padece del síndrome
de Alzheimer o una ceguera aviesa, que tanto el PRI, el partido que lo llevó al
poder, como su gobierno tiene rato que están desacreditados y descalificados
por la sociedad y los ciudadanos de a pie, por la ineficiencia e incapacidad de
los servidores públicos para resolver los problemas transversales del tejido
social.
No hace falta que los
senadores priistas y punteros del juego sucesorio del 2016 lo pongan en el
debate las pandemias sociales de régimen duartista, si a diario frente a
Palacio de Gobierno los diversos sectores productivos del estado, maestros,
intelectuales, artistas, periodistas y campesinos exhiben la cloaca que escurre
de la caja de Pandora del gobierno duartista.
Y la PGR, la Auditoría
Superior de la Federación y el Congreso de la Unión, son como la Carabina de
Ambrosio. Mientras que Veracruz se incendie, arda en llamas y se convierta en
un polvorín. Comentarios a gau41@hotmail.com
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