PLANA MAYOR
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¿Pactos de unidad en San Julián?
“La
autocrítica logra su auténtica eficacia cuando es oportuna”. Jesús Reyes
Heroles
Gaudencio García Rivera
El juego sucesorio de 2016
navega por las aguas brumosas del océano político, donde podría reflejarse la
escena del manotazo autoritario del 2010 para imponer sucesor a modo del
indolente y defenestrado titular del Poder Ejecutivo. Existe la percepción
fuera de los altos círculos del poder público que no debe reeditarse el dislate del 2010.
Repetir la escena sería como
cavar la tumba para sellar los 85 años que
se ha perpetuado en el poder el viejo PRI, que por cierto regresó al poder
presidencial con más mañanas y avances tecnológicos. No puede ni debe actuar con decisiones
asimétricas. Si no se renova y se ajusta a la reglas pragmáticas de la
democracia, lo más probable es que la gubernatura cambié de dueño a favor de la
alianza de facto del PAN-PRD.
La sociedad democrática, los
mandantes, los ciudadanos de a pie, se
sienten agraviados por el gobierno transexenal –la dupla Fidel-Javier-, por los
resultados adversos, involutivos, retrogradas y catastróficos que sembró a lo
largo de 11 años en Veracruz. Las clases mayoritarias de la entidad,
empresarios, intelectuales, artistas y periodistas han caído en el hartazgo
social, no quieren saber nada que contenga el ADN del (des) gobierno duartista.
No más de lo mismo.
En Veracruz no caben los “gatopardismos”. Está visto que
la democracia “dirigida” –aquella que
hizo famoso el controvertido negro, el extinto campechano Carlos Sansores Pérez, padre de la actual senadora
petista y trapecista Layda Elena Sansores San Román-, sería un fracaso
imponerla, como lo sería también hacerlo con el candidato que relevará a Javier
Duarte. Pensar que los electores son ingenuos, miopes o escolares de Kínder
Garden, sería faltarles el respeto.
De cara ya al disputado
proceso electoral del 2016, el juego sucesorio ha dividido opiniones, se tejen
verdades a medias y se elucubran estratagemas sobre los punteros naturales y
los delfines que dan como un hecho que el elegido por Los Pinos es Héctor Yunes Landa, José Yunes Zorrilla o Alberto Silva Ramos,
según el grupo o establo de sus simpatías.
La política, como dicen los
iniciados, hay que descifrar la simbología, los mensajes y las gesticulaciones.
Para las altas esferas del poder público, las visitas del presidente Enrique
Peña Nieto del mes de noviembre -10 en Coatepec y 23 en el puerto de Veracruz-
fueron claves en la vida del gobernador Javier Duarte. Festinaba a sus íntimos
y daba por un hecho que la decisión favorece a su delfín Alberto Silva Ramos,
dirigente estatal de PRI.
Beto Silva, que curiosamente
el CEN del PRI lo sigue manteniendo con su escaño como diputado federal y no le
ha solicitado su licencia para dedicarse de tiempo completo a la dirigencia
estatal del instituto político mayoritario, en diálogos con su círculo de
incondicionales ha externado su optimismo porque los vientos de Los Pinos
favorecen su encarte a la candidatura
del hándicap gubernamental.
Pero del frente de la acera,
de los senadores priistas Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, la versión
es opuesta, distinta. En la reciente visita de Peña Nieto al puerto de Veracruz
–el 23 de noviembre con motivo del Día
de la Marina-, se flaqueó con Héctor Yunes en el acto oficial y después se tomó
un selfie con los delfines duartistas, Érick Lagos Hernández, Jorge Carvallo
Delfín y Adolfo Mota Hernández. Fue visible la ausencia de José Yunes.
Los apologistas de Héctor
dan como un hecho que las muestras de afecto y deferencia que tuvo el
presidente con él lo colocan como el elegido a la gubernatura, aunque se ha
comprobado que la cercanía con el huésped de Los Pinos no es necesariamente que
sea el bendecido. La dedocracia suele fracasar cuando no se escoge al idóneo de
la baraja.
El ritual del juego
sucesorio, donde cortesanos, apologistas y escribanos oficiosos recurren a
chamanes, tarot, oráculos y magia negra para posesionar la aureola de los
delfines y punteros del proceso electoral del 2016, podría despejar dudas,
suspicacias y desdoros en el banquete que ofrece este viernes 27 el padre del
senador José Francisco a la clase política veracruzana en el rancho de San
Julián en Las Vigas.
El encuentro a la que
asistirá el gobernador Javier Duarte, los senadores Héctor Yunes y José Yunes,
el dirigente estatal del PRI, Alberto Silva Ramos, y coronada por el dirigente
nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, los secretarios de la Sedesol y
Hacienda, José Antonio Meade
Kuribreña, Luis Videgaray, se le ha llamado la “comida de amigos” o de
“unidad”, que vendría a ser una Perogrullada porque la sucesión ha estado
manchada de rudezas, traiciones, golpeteos y autoritarismo de la cúpula del
poder público.
Sería un error imperdonable
soslayar el doble discurso, la simulación y la censura que ha impuesto en el
juego sucesorio el jefe de las instituciones en Veracruz por intentar imponer a
uno de sus delfines que ocupa el último lugar de las preferencias del
electorado. Sería anticipar una derrota y una debacle para el PRI que
salpicaría el proceso electoral del 2018. Comentarios a gau41@hotmail.com --oo0oo--
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