Prosa aprisa
La
descalificación daña a quien la pronuncia
Arturo Reyes Isidoro
No es frecuente, pero sí en algunas
ocasiones algún lector trata de cuestionarme por lo que publico, aunque en
lugar de refutarme con ideas, con razones, con argumentos, me descalifica o
hasta me insulta. Lo respeto pero lo ignoro. No le otorgo ningún valor. No
aporta nada al debate diario que se debe dar para tratar de mejorar el estado
de cosas de la vida pública de Veracruz, ni me aporta nada para hacerme pensar,
reflexionar, rectificar si es necesario y mejorar mi información. Estoy abierto
a la crítica cuando está fundamentada. Sólo con ella puedo ser mejor.
El pasado 21 de agosto, reporteros le preguntaron
al dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, su opinión sobre el
llamado que había hecho el líder nacional del PAN, Ricardo Anaya, a un debate
de ideas con Andrés Manuel López Obrador. Su negativa fue rotunda: “No cambia
de discurso, es un político descalificador, pero sin propuesta. Eso daña a
quien las emite porque no tiene ideas que pronunciar”. El Peje había calificado al primero de
“mafioso” y al segundo de “aprendiz de mafioso”.
Beltrones no es un político improvisado.
Toda proporción guardada, y creo no exagerar, es el político más pensante,
sereno, equilibrado, con ideas y propuestas, plural (él es el artífice en el
país de las candidaturas independientes), con una gran visión de la realidad
mexicana (se formó al lado de don Fernando Gutiérrez Barrios) que ha llegado a
la presidencia del CEN del PRI desde que pasó por ahí don Jesús Reyes Heroles,
incluso creo que sería un gran Presidente de México.
La descalificación daña a quien la
pronuncia y además muestra que no tiene ideas que pronunciar. Esa fue su tesis
central.
El lunes fue un día desafortunado para
el gobernador Javier Duarte de Ochoa. Su descalificación al diputado federal
Miguel Ángel Yunes Linares al equipararlo con un perro chihuahueño hará que se
le recuerde siempre y que se le tome como referencia histórica de lo que nunca
debe hacer ni decir un gobernante que se precie de serlo. Aparte del daño que
le va a causar lo sucedido, sin pensarlo se hizo daño a sí mismo: mostró su
debilidad, una debilidad ante su peor enemigo político, que lo molesta, que lo
irrita con su crítica y señalamiento, y no hay peor debilidad en un político
que mostrar su debilidad. De paso, por el poder que ostenta, ante la opinión
pública dejó en calidad de víctima a quien seguramente quiso mostrar como
victimario, como su victimario.
Ni siquiera Fidel Herrera Beltrán, el enemigo
original tanto político como personal, “a muerte”, de Miguel Ángel llegó a
tanto durante su sexenio. Si bien hacia adentro de su administración y en corto
mediante paga a algunos periodistas institucionalizó el calificativo de “perro”
para referirse al panista, hacia afuera sólo se refería a él como “el
innombrable”. Fidel era borracho pero no comía lumbre.
Desde el inicio, el gobernador debió
haber suplido su inexperiencia y equilibrado y de haber sido posible frenado el
arrebato de su juventud con una asesoría profesional, con experiencia, que le
diera armas y lo blindara ante sus críticos y enemigos con ideas, razones,
argumentos, con sustento basado en la investigación y datos históricos, con
documentos probatorios y comprobatorios. Y con entrenamiento.
Cuando uno se entera quienes van a
asesorarlo a la Casa Veracruz, que son los mismos que como sus colaboradores
han dañado su imagen y la de su gobierno, y que lo siguen mal aconsejando, no
puede dejar de sentir preocupación, porque finalmente no sólo se trata de él ni
de su equipo de trabajo y de su administración sino de Veracruz y de todos los
veracruzanos.
Yo me pasé treinta años adentro del
poder, siempre en área de prensa, y supe y aprendí y puse en práctica con el
gobernador en turno, que a diario o siempre que fuera necesario debíamos hacer
un ejercicio de preguntas y respuestas sobre los temas candentes de actualidad
ante la eventualidad de que pudiera ser sorprendido por las preguntas de mis
compañeros de prensa, quienes finalmente no hacen más que su trabajo y al
hacerlo cumplen con su responsabilidad,
que es la que le otorgan y confían sus lectores, la sociedad. Ahí corregíamos y
determinábamos qué se debía responder y cómo responder, pero nunca con
descalificaciones contra ninguna persona, así fuera el más severo crítico.
Claro, el gobernador se dejaba ayudar, oía y escuchaba, atendía, no se enojaba
por las sugerencias o indicaciones que le hacíamos ni se creía el dueño
absoluto de la verdad ni que su visión de las cosas era la única.
Una conferencia de prensa que debió
haber sido aprovechada para recuperar terreno ante el incrédulo y desconfiado
ciudadano, para posicionarse mediáticamente en forma positiva, para fortalecer
la imagen personal e institucional a sólo unos cuantos días del quinto informe
de gobierno y a unos cuantos meses de que termine el sexenio, se fue por la
borda con una desafortunada descalificación.
Primero fueron los diputados federales
priistas, todos (los verdes también son priistas), y ahora fue el propio
titular del Ejecutivo; la representación de dos Poderes ha sucumbido ante un solo
hombre. Es incomprensible. Lo han hecho víctima y lo están haciendo crecer. Lo
están posicionando ante los medios y ante el electorado de a gratis. Miguel
debe estar feliz. Cuando se decida a hacer campaña política en forma abierta en
busca de la gubernatura sólo tendrá que cosechar el terreno que le están
barbechando desde el mismo Palacio de Gobierno. Pero nadie parece darse cuenta.
Es lamentable que el lenguaje oficial
haya caído a niveles impropios y que haya sustituido a la propiedad que debe
guardar todo lenguaje político, de la diplomacia política, de Estado. Preocupante,
además, porque cuanto un gobernante habla y dice, no lo hace sólo con su
representación personal o de grupo sino a nombre de la institución a la que
representa, que está sustentada, a su vez, en la voluntad popular, la de todo
un pueblo.
Además, aquí sí, como en el caso de la
justicia norteamericana, tienes derecho a guardar silencio porque todo lo que
digas puede ser usado en tu contra. Y la historia lo registra y su juicio es
implacable. Y no perdona. Alguien tiene que ayudar al gobernador.
Por el lado de Miguel, me sorprendió que
ya no reaccionó violentamente como antaño e incluso, en
forma inteligente, se puso en el papel de víctima: dijo que él nunca se atrevería a ofender: “si él (Duarte) piensa que llamándome
así me ofende, se equivoca, me encanta. Soy un admirador de los perros”.
¿Ya se le quitó la rabia? De buenas a primeras está conciliador, se muestra
respetuoso, ya no se enoja. Propios y extraños le reconocen que es inteligente,
que sabe de política, que no le tiembla el pulso para tomar decisiones y
actuar, que sabe dominar, que se impone. Si ya logró controlar su carácter, sus
arrebatos, si a partir de ahora actúa con frialdad, entonces, cuidado, ahora sí
será verdaderamente peligroso. Perro que ladra no muerde, pero perro que no,
sí. ¡Grrrr!
Se
escucharon los ruegos
Los presbíteros José Juan Sánchez Jácome
y José Manuel Suazo Reyes, el primero exvocero y el segundo vocero de la
Arquidiócesis de Xalapa me informaron ayer, oportunamente, tiempo de Ciudad del
Vaticano: “Dentro del proceso de
Beatificación, el P. Juan Manuel Martín del Campo ha sido nombrado VENERABLE
con votación unánime de 13 sobre 13, en la plenaria que acaba de sesionar en la
Congregación de los santos en Roma. Bendito seas, Señor, por tu Iglesia de
Xalapa”. Luego vendrá la beatificación como paso previo a la santificación.
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