PLANA MAYOR
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Veracruz pierde la brújula
Gaudencio García Rivera
No
conforme con sus desatinos en la gestión gubernamental, la pésima planeación
del gasto público, el grave deterioro de la moral pública —ha sido despedazada
y lo poco que quedaba de la deontología—, las verdades a medias y ya no se diga
la galopante inseguridad pública, la clase política gobernante continúa
echándole más gasolina al fuego. Es una cleptocracia transexenal.
El
estado no está para bollos. En cualquier momento puede despertar el Veracruz
“bronco”, donde la sociedad civil y los ciudadanas de a pie se hagan justicia
por su propia mano. Pero la cúpula política en el poder está obcecada,
obnubilada e indolente, tomando medidas asimétricas y demagógicas. El primer
círculo gubernamental ha perdido la brújula.
Los
bretes sociales que socavan las columnas del tejido social se han disparado
como pandemias del Apocalipsis de norte, sur y centro, por omisión o comisión
del gobierno duartista que, mediante sus apologistas, escuderos, zalameros y
cortesanos encubren los yerros de la clase política en el poder.
A
esta singular miopía gubernamental —retroceso social en la mayoría de las
asignaturas de la administración estatal, con pírricos avances en otros
rubros—, hay que sumarle que el primer círculo de la clase política gobernante
perdió la compostura, la ortodoxia, las formas y el fondo con el relevo abrupto
de la dirigencia estatal del PRI para colocar a su peón con su ADN.
El
primer priista del estado Javier Duarte ha recurrido a la facultad no escrita,
a su derecho que le asiste también como gobernador para pedir ipso facto al
presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera, la revocación del
hasta el viernes 16 dirigente estatal del tricolor, Alfredo Ferreira Saavedra,
premiado a la Sedesol estatal, en un clásico madruguete a los aspirantes del
juego sucesorio.
¿Por
qué la prisa para dimitir de un manotazo a quién venía haciendo un digno,
relevante y ejemplar papel al frente de la cúpula estatal priista? ¿Cuál fue el
motivo, causa o razón para remover a quien se venía desempeñando brillantemente
su papel en el bunker del PRI?
A
raíz de la aprobación de la minigubernatura de dos años de 2016 a 2018 por el
pleno de la Legislatura local, a petición del gobernador Javier Duarte —una estratagema
para dividir a sus inquisidores y afianzar a sus peones—, los punteros del
juego sucesorio y senadores priistas Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla
han endurecido su discurso en contra de Duarte y sus incondicionales.
Los
senadores priistas en lo individual y en sendas reuniones con sus
correligionarios han elevado sus arreos y sus tabores de guerra en contra de
los resquicios de corrupción oficial. Esto, por supuesto, exacerbó la retórica
de Javier Duarte, quien se ha querido curar en salud con la ineficiencia,
omisión, corrupción, nepotismo y conflictos de intereses de sus colaboradores
con la pesca de algunos charales.
Ante
la confrontación, disenso y crítica de los punteros priistas de la sucesión
gubernamental de 2016 —más los que se sumen cuando se habrá la convocatoria,
entre ellos los delfines duartistas—, Javier Duarte, parodiando a Maximilien de
Robespierre, actuó con verticalismo y audaz cleptócrata para remover al
dirigente estatal del PRI y colocar a su incondicional, el diputado federal por
el distrito de Tuxpan, Alberto Silva Ramos.
Silva Ramos, quien
asume la dirigencia estatal del tricolor el sábado 24 durante el cónclave del
Consejo Político Estatal, entra como calzador al PRI, contra la voluntad de los
senadores y exdirigentes estatales priistas Héctor y José Yunes, de otros
miembros relevantes de la clase priista veracruzana y bajo un clima enrarecido
que se vive en la entidad que amenaza con activar el Veracruz
“bronco”, el Veracruz de carne y hueso, por la ineficiencia, corrupción,
porosidad del tejido social, debilitamiento de las finanzas públicas y la
creciente narcoviolencia del estado.
Con
la imposición del tuxpeño, que dejó una deuda pública de 300 millones de pesos
en la alcaldía de Tuxpan y una cifra aún no cuantificada en la coordinación
general de Comunicación Social —de dónde saltó para la diputación—, el primer
círculo de la clase política gobernante enfrenta su propio Waterloo que podría
impactar en la hegemonía de la gubernatura del PRI en los comicios de 2016.
¿Lo
permitirá Beltrones Rivera? Cualquier complicación en el juego sucesorio y
jornada electoral de Veracruz, podría provocar un tsunami en las aspiraciones
presidenciales del líder nacional del PRI. ¿O no es así?
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